30/05/2025
Tehuacán Salvaje está de luto 🖤
“Vuela alto, Huesitos”
Una piedra —lanzada por un sujeto desalmado— partió algo más que un frágil cuerpo.
Le rompieron su tranquilidad. Le arrebataron la paz.
Y por si eso no fuera suficiente, vino después el silencio.
La indiferencia de quienes lo vieron, lo supieron… y aun así decidieron no intervenir.
Una omisión que hoy, por ley, se reconoce como crueldad animal agravada —más aún cuando proviene de funcionarios públicos en el estado de Puebla.
Su nombre: Huesitos.
No estaba solo.
Fue rescatado de ese abandono por Patt, quien, sin dudarlo, le abrió el corazón y lo trasladó a la mejor clínica de toda la región.
Y entonces ocurrió lo inesperado:
gente de todas partes —sin conocerse entre sí—
tejió un abrazo colectivo.
Un puente de cuidado sobre el abismo.
Y él —herido, frágil, pequeño— decidió caminar.
No con rabia.
No con odio.
Sino con esa dignidad que solo quienes han conocido la injusticia de cerca
logran sostener sin temblar.
Podría haberse cerrado la historia ahí.
Y ya habría sido suficiente.
Pero no fue así.
Su cuerpo, agotado de tantas batallas, se enfermó.
Dicen que el dolor no siempre grita: a veces germina.
Y el cáncer llegó,
no como castigo, sino como consecuencia.
Como el eco brutal de un mundo que no supo cuidarlo a tiempo.
Volvió a luchar.
Esta vez con el rostro más serio,
con la mirada de quien ya ha vivido demasiado para su tamaño.
Y aun así, nos enseñó lo que nadie más pudo:
que la compasión existe,
que el amor también se construye desde lejos,
y que hay manos que llegan tarde, pero llegan completas.
Hoy no queda rencor.
Solo una presencia ausente que ocupa todo.
Un nombre que arde en la garganta —no solo en la nuestra,
sino en la de todas las personas que lo acompañaron desde la distancia,
enviándole fuerza, esperanza, vida.
Y si algo lo sostuvo,
no fue un tratamiento.
Fue ese coro inmenso que le dijo: no estás solo.
Hoy Huesitos está en el cielo.
Un cielo que —creemos— existe para los seres inocentes.
Y desde ahí se ha vuelto algo más que un recuerdo:
es ahora una insignia viva de lucha,
no solo por él,
sino por todos los peludos que sufren en silencio la crueldad humana.
Por todos esos Huesitos que aún respiran miedo,
y que merecen, al menos una vez,
ser defendidos por nosotros.
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Agradecemos a toda la comunidad TAC por su apoyo,
a Tehuacán Salvaje por brindarle los mejores cuidados hasta el último momento,
y a todas y cada una de las personas que lo acompañaron con su preocupación,
su energía y sus oraciones.
Huesitos vino a dejarnos una lección: la unión es posible.
Él se fue sabiendo que el amor existe.
Y lo recibió todo: cuidados, ternura, compañía.
Hoy Huesitos nos pide —desde donde esté—
que nos mantengamos unidos,
que sigamos luchando por su justicia,
y por la de todos los Huesitos de México.
Nuestro corazón está roto… pero más fuerte que nunca.
Porque ahora también es su corazón el que nos acompaña a luchar.