16/05/2025
Se los prometo: este año, las aves víctimas del tráfico ilegal están llegando gravemente enfermas. Ya hemos diagnosticado casos de aspergilosis, una infección por hongos que invade pulmones, sacos aéreos y otros órganos, con un pronóstico generalmente muy reservado.
También hemos visto infecciones severas por Cándida, enfermedades bacterianas causadas por microorganismos muy agresivos como Pseudomonas y Enterococcus faecalis (sí, bacterias presentes en heces humanas), E. coli, además de desnutrición severa y deformidades en patas.
En las últimas semanas he atendido principalmente a especies como la Amazona albifrons (Loro Frente Blanca) y Eupsittula canicularis (Perico Frente Naranja), ambas en grave estado de salud tras ser víctimas del tráfico. Son aves pequeñas, muy sensibles, y cada una representa una pérdida ecológica irreparable.
Y ahora, además, tengo entre manos dos casos de Amazona oratrix (Loro Cabeza Amarilla), una especie aún más amenazada: un bebé alimentado con comida casera a base de brócoli y fruta (háganme el bendito favor), y otro de apenas un año que ha comido comida casera desde que salió del nido. Ambos están severamente enfermos y desnutridos, lo cual me duele profundamente porque estamos hablando de ejemplares de una especie en peligro crítico de extinción, de gran importancia ecológica y biológica para nuestros ecosistemas.
Tienen que repetir conmigo: esto no es “solo un loro que habla”, no es un animal que se regala para hacerle compañía a personas mayores, no es un ave que deba comer papilla casera de solo brócoli y fruta —dieta que los desnutre terriblemente—. Es un ser vivo en severo, pero severo peligro de extinción.
Solo quiero invitarles a reflexionar: por ese dinero que piensan pagar por un ave en peligro de extinción y que fue traficada, probablemente tendrán que invertir muchísimo más intentando salvarle la vida. No solo económicamente, sino en tiempo, paciencia, compromiso emocional y seguimiento médico constante.
Los pacientes que he atendido en las últimas semanas entran y salen de hospitalización. Cambiamos tratamientos, recaen, volvemos a empezar. Ha sido una labor titánica. Y aún no comienzan a llegar todos los Amazonas, que no sé qué les están haciendo, pero están presentando insuficiencias hepáticas y renales. Tal vez los estén drogando para transportarlos… no lo sé. Pero lo que sí sé es que están llegando destrozados.
Y por favor: si no están dispuestos a asumir todo lo que implica realmente cuidar y amar a un ave —porque alguien que verdaderamente las ama, no compra una que fue traficada—, y si no están preparados para los gastos, la responsabilidad y la dedicación que requerirá intentar salvarle la vida, les pido de corazón: no se acerquen a mi consultorio.
Aquí atendemos con todo el amor y entrega, pero también con ética. Y lo mínimo que merecen estas aves es respeto, no seguir siendo víctimas de un sistema cruel.