09/10/2025
Becerrillo, el aterrador perro de guerra de los conquistadores españoles.
Los perros se han utilizado como poderosas armas de guerra durante al menos los últimos 3000 años. Se sabe que los antiguos egipcios, griegos, persas, sármatas, británicos y romanos utilizaron perros en combate, como exploradores, centinelas, rastreadores o verdugos. Los españoles emplearon perros de guerra, de preferencia alanos españoles, de manera eficaz y con efectos devastadores.
Cristóbal Colón fue el primero en usar los perros con una función militar en América, durante las primeras campañas represivas en La Española en 1494. A partir de este momento, el uso del “mejor amigo del hombre” como arma de combate, se extendió por todos los territorios americanos. Pero fue Ponce de León, quien desató al guerrero más feroz de todos: Becerrillo.
Becerrillo, nombre que significa "torito", era un mastín de ojos marrones y pelaje rojo, propiedad del explorador español Juan Ponce de León, pero a menudo confiado al cuidado de los conquistadores, el capitán Diego Guilarte de Salazar y Sancho de Aragón.
Los orígenes de Becerrillo son inciertos, pero se cree que nació en La Española en las perreras de Ponce de León. Sus primeros registros datan de 1511, pero para entonces ya se le describía con cicatrices de batalla.
Ponce de León entrenó a su preciada posesión, Becerrillo, para convertirla en un arma poderosa. Le enseñaron a distinguir entre españoles y nativos, a buscar y abatir fugitivos y a matar en batalla. En una redada nocturna, mató a 33 personas en una hora, y por eso se decía que los indígenas “tenían más miedo de diez soldados españoles con Becerrillo que de cien solos”. El can además era extremadamente fiel, puesto que era capaz de arriesgar su propia vida para salvar a cualquier allegado.
Como consecuencia de todas las cualidades que poseía Becerrillo, este recibía doble ración de comida (que en más de una ocasión era mejor que la de los propios infantes) y un sueldo por los servicios prestados. Concretamente, el salario que ganaba era el equivalente al de un ballestero.
Si bien Becerrillo había sido entrenado para matar, un relato histórico cuenta una historia de “misericordia”. Los conquistadores estaban acampados a las afueras del asentamiento de Caparra en el actual Puerto Rico, esperando la llegada del gobernador español. Buscando algo para entretenerse, Salazar le dio un papel doblado a una anciana, diciéndole que se lo entregara al gobernador. Cuando la mujer comenzó a caminar, Salazar soltó a Becerrillo y le ordenó que la matara. Mientras el perro corría hacia ella, la mujer se arrodilló y, según se dice, gritó: «Por favor, mi señor perro. Voy a llevar esta carta a los cristianos. Te lo ruego, mi señor perro, por favor no me hagas daño».
Becerrillo olfateó a la mujer y luego, desobedeciendo las órdenes de su amo, se dio la vuelta y se alejó. Cuando el gobernador se enteró de lo ocurrido, liberó a la anciana y prohibió que se siguiera aterrorizando a los lugareños, declarando: «No permitiré que la compasión y la clemencia de un perro eclipsen las de un verdadero cristiano».
La intensa vida de Becerrillo llegó a su fin una mañana de 1514 cuando indígenas caribes de la isla de Vieques capturaron a Sancho de Aragón. Según las crónicas, el perro, después de conseguir que liberen a su amo, persiguió a los atacantes, que habían huido en canoas, pero al abrirse paso por el agua, Becerrillo se convirtió en un blanco fácil y fue alcanzado por una lluvia de flechas envenenadas, muriendo. Recibió un entierro secreto y fue llorado más que sus compañeros caídos. Su muerte fue mantenida en secreto, pues así podrían seguir atemorizando a los indios enemigos con el perro.
Como todo soldado y todo perro leal a su amo, Becerrillo fue obediente y leal hasta el final. Puede que se llevara muchas vidas, pero fueron sus amos los verdaderos responsables.
✍🏻 Por Joanna Gillan (Ancient Origins Magazine)