31/08/2025
No, no fue un psicólogo.
No fue una pastilla.
No fue una charla, ni una
escapada al mar.
Fue un g*to.
Uno que nadie quiso.
Uno que llevaba el frío
metido en los huesos, y la
soledad clavada en la piel.
Llegó sin pedir permiso, con
hambre en el estómago y un
mundo entero en la mirada.
No hablaba, pero me dijo
todo.
No lloraba, pero sangraba en
silencio.
No pedía amor, pero lo
regalaba como si le sobrara.
Y fue ahí, justo ahí, cuando lo
abracé por primera vez, que lo
supe…
No lo rescaté yo.
Él vino a rescatarme a mí.
A enseñarme que el alma no
respira con aire, respira con
bondad.
Que los abrazos más sinceros
tienen pulgas, y que los
milagros no caen del cielo,
caminan con cuatro patas…
y duerme al lado de tu cama.
Él, el callejero, el que todos
ignoraron, me devolvió la
vida.
Y desde entonces lo sé:
cuando sientas que te
ahogas, que no puedes más,
que el mundo se te cierra…
sal a la calle, busca a uno
como él.
Abrázalo.
Y vuelve a respirar.
Porque hay g*titos que no
vienen a llenar un hogar.
Vienen a salvar un alma.
Rescata. Ama. Déjate salvar por un g*to 💜