23/09/2025
No, no fue un psicólogo.
No fue una pastilla.
No fue una charla, ni una
escapada al mar.
Fue un gato.
Uno que nadie quiso.
Uno que llevaba el frío
metido en los huesos, y la
soledad clavada en la piel.
Llegó sin pedir permiso, con
hambre en el estómago y un
mundo entero en la mirada.
No hablaba, pero me dijo
todo.
No lloraba, pero sangraba en
silencio.
No pedía amor, pero lo
regalaba como si le sobrara.
Y fue ahí, justo ahí, cuando lo
abracé por primera vez, que lo
supe…
No lo rescaté yo.
Él vino a rescatarme a mí.
A enseñarme que el alma no
respira con aire, respira con
bondad.
Que los abrazos más sinceros
tienen pulgas, y que los
milagros no caen del cielo,
caminan con cuatro patas…
y duerme al lado de tu cama.
Él, el callejero, el que todos
ignoraron, me devolvió la
vida.
Y desde entonces lo sé:
cuando sientas que te
ahogas, que no puedes más,
que el mundo se te cierra…
sal a la calle, busca a uno
como él.
Abrázalo.
Y vuelve a respirar.
Porque hay gatitos que no
vienen a llenar un hogar.
Vienen a salvar un alma.
Rescata. Ama. ✨