11/05/2025
Escrito de Manel Looez Bejar, decano de la facultad de UAB que todos los veterinarios comoartimos.
NOT ONE MORE VET!!!
Hoy, con lágrimas en los ojos, escribo esta reflexión.
Ayer perdimos a otra compañera de profesión por suicidio. La tercera veterinaria que conozco desde que ha comenzado el año. Tres personas, tres vidas, tres vocaciones rotas por un dolor silenciado. Nuestra profesión, la veterinaria, se encuentra entre las que presentan una de las tasas de suicidio más altas —no solo en nuestro país, sino también a nivel internacional. Los datos son estremecedores, y las situaciones que los provocan, aún más.
Podemos preguntarnos: ¿qué estamos haciendo ante esta realidad? ¿Se ha impulsado alguna ley, decreto, plan, programa o análisis para comprender esta problemática y aportar soluciones? Lamentablemente, la respuesta es no. Al contrario: se persiste en aplicar normativas desconectadas de la realidad de nuestro ejercicio profesional, que no tienen en cuenta la diversidad de funciones, contextos ni necesidades de la profesión veterinaria.
Rara vez se moviliza la profesión veterinaria. Yo no recuerdo ninguna hasta las recientes movilizaciones. Y un grave problema añadido es que las respuestas que recibimos cuando alzamos la voz son a menudo groseras, desafiantes y carentes de sensibilidad. Respuestas que hieren la dignidad de un colectivo que trabaja intensamente, muchas veces en silencio, por la salud pública, el bienestar animal, la seguridad alimentaria y —cada vez más— el apoyo emocional que los animales brindan a una sociedad emocionalmente agotada.
La veterinaria es una profesión altamente exigente, con una carga emocional y burocrática creciente, pero también con una profunda vocación de servicio. Por eso me pregunto: ¿dónde está el humanismo de nuestros dirigentes? ¿Dónde está la comprensión hacia una profesión que ama la vida, que cuida, que acompaña?
Hoy, vuelvo a este dolor con un sentimiento de profunda tristeza. Vuelvo al principio: hoy, con lágrimas en los ojos, escribo esta reflexión. Y con ella, un llamamiento a la conciencia, a la responsabilidad y a la humanidad. Porque no podemos permitir que el dolor se instale en nuestra profesión como una sombra invisible, sin una verdadera voluntad de cambio.