04/11/2025
🐾 Reflexión personal: el furor de castrar “por sistema”
Llevo años viendo un fenómeno que cada vez me chirría más:
ese furor casi automático por castrar a todos los perros, sin mirar ni raza, ni edad, ni carácter.
Y ojo, no estoy en contra de la castración —solo de hacerla sin criterio.
Durante mucho tiempo se ha vendido el mensaje de que “castrar es ser responsable”, y en parte es cierto: ha ayudado a reducir camadas indeseadas y abandonos.
Pero el problema es que se ha convertido en un dogma, como si fuera una obligación moral, y no una decisión médica que afecta al cuerpo y al carácter de cada animal.
Yo lo veo cada día:
perras castradas muy jóvenes que acaban con sobrepeso, piel grasa, seborrea o apatía.
Razas que ya tienen predisposición (como el Cocker, el Labrador o el Bulldog) y que tras la cirugía lo pasan fatal para mantener su equilibrio físico.
Y me pregunto: ¿por qué seguimos aplicando la misma receta a todos?
Castrar no debería ser una norma general, sino una decisión personalizada y consciente.
Porque las hormonas no solo sirven para reproducirse —también regulan el metabolismo, la piel, el pelo, el carácter y la energía del perro.
Quitarlas sin valorar el conjunto es como quitar piezas del motor y esperar que todo funcione igual.
Además, hay que decirlo sin miedo:
la castración es un procedimiento cómodo, rápido y rentable.
Y en un mundo donde el tiempo y el beneficio pesan tanto, no siempre se hace el esfuerzo de estudiar cada caso como se merece.
Pero yo sí veo las consecuencias… y las veo a diario.
No se trata de estar “a favor” o “en contra”.
Se trata de pensar antes de actuar.
De preguntarse:
👉 ¿Realmente este perro lo necesita?
👉 ¿Qué efectos puede tener en su raza, en su piel, en su conducta?
👉 ¿Podría esperar a que madure físicamente antes de hacerlo?
Castrar puede ser una buena decisión.
Pero hacerlo por sistema, sin tener en cuenta la individualidad del animal, es un error.
Y como profesional del cuidado canino, me toca decirlo claro:
cada perro merece que se piense su caso con la misma atención con la que se le acaricia.