Clínica Veterinaria Río Genil

Clínica Veterinaria Río Genil Clínica veterinaria especializada en animales de compañía con consulta, tratamientos, cirugía, radiología, analítica, ecografía, hospitalización, alimento

FUNKO POP DE UN SERVIDORYo no es que esté muy puesto en la moda de las figuras de vinilo (algo conozco por mis hijas), p...
26/09/2025

FUNKO POP DE UN SERVIDOR

Yo no es que esté muy puesto en la moda de las figuras de vinilo (algo conozco por mis hijas), pero cuando te sorprenden con una de ellas, que ha sido hecha con impresión láser, creo, a raíz de una foto de uno mismo, no te queda otra que agradecer el detalle sinceramente mientras una sonrisa delata la admiración por obras como esta. Y cuando te enteras que está pintada a mano y que el perrillo pequeñajo que acompaña también es uno de nuestros amigos de cuatro patas real, se queda uno sin palabras por el regalo.

Muy agradecido a Carmen y Rafa. Habrá que buscar un sitio adecuado para lucirlo.

SEMANA CULTURALDel 22 al 28 de septiembre de 2025ASOCIACIÓN DE VECINOS DEL BARRIO FÍGARES- RIO TENERÍASUn año más, entre...
16/09/2025

SEMANA CULTURAL
Del 22 al 28 de septiembre de 2025

ASOCIACIÓN DE VECINOS DEL BARRIO FÍGARES- RIO TENERÍAS

Un año más, entre los días 22 y 28 de septiembre, se celebra la semana cultural que la asociación de vecinos de la zona nos ofrece con interesantes actividades que en el cartel se pueden consultar. El Palacio Marqués de Mondéjar (C/ Marqués de Mondéjar Nº 3) acoge casi la totalidad de los eventos programados justificando, solamente su visita, el pasarse por él cualquiera de los días anunciados. Siendo todo gratuito, qué más se puede pedir.

¡Te esperamos!

"LA PASARELA" DE CLÍNICA VETERINARIA RÍO GENILNo todas las Pasarelas van a ser de cachorros. Aquí tenemos a este ilustre...
11/09/2025

"LA PASARELA" DE CLÍNICA VETERINARIA RÍO GENIL

No todas las Pasarelas van a ser de cachorros. Aquí tenemos a este ilustre veterano de más de 17 años llamado “Enano”, también conocido como “Gordo”, que se conserva así de bien. Venía con una uña encarnada en la almohadilla y no dijo ni pío en su exploración y cura. Luego, durante la sesión de fotos, no paraba de maullar pidiendo explicaciones de todas esas miradas fijas en él. Muy buen rato con este abuelillo tan simpático.

"CALETO" ACTUALMENTEMuchos me habéis preguntado por como está "Caleto" a día de hoy. Os dejo unas imágenes para que podá...
10/09/2025

"CALETO" ACTUALMENTE

Muchos me habéis preguntado por como está "Caleto" a día de hoy. Os dejo unas imágenes para que podáis apreciar que su vida cambió absolutamente.

Agradecer a Mari Luz su empeño en mejorar la vida de este pequeñajo y el permitirnos compartir a los demás esta historia con mezcla de tristeza y alegrías con, afortunadamente, con un final feliz.

La historia de Caleto – Capítulo 3 de 3A raíz del fallecimiento de Antonio, “El Pitu” pilló una depresión que le mantuvo...
08/09/2025

La historia de Caleto – Capítulo 3 de 3

A raíz del fallecimiento de Antonio, “El Pitu” pilló una depresión que le mantuvo dos días sin comer ni beber, liado en una manta y desatendiendo al perro hasta el punto que Mari Luz se le acercó y le propuso llevarse a “Covid” para cuidarlo como le había prometido a su dueño que haría.
- No, no te lo lleves – contestó rotundo -, es lo único que me queda de él y quiero ser yo el que lo cuide.
Los días siguientes siguieron siendo de plena borrachera de “El Pitu”, continuando liado en la manta, sin atender a nadie ni relacionarse con nadie hasta que, en una mañana, saliente de turno, Mari Luz no veía al perro por ningún lado y se preocupó hasta el punto de abordarlo sin importarle si le molestaba o no el que lo despertara.
- “Pitu” – le inquirió alarmada -, ¿y el perro? ¿No me dijiste que te ibas a ocupar de él? ¿Dónde está que no lo veo?
- Que no…yo no sé dónde está – balbuceaba el otro en el sopor del alcohol -, se lo han llevado unos niñacos – contestó para descomposición de Mari Luz que ya consideraba a “Covid” como parte de ella y que además había comprometido su palabra ante Antonio de cuidar de él.
- - Pero, ¿dónde está el perro, “Pitu”? – repetía con desesperación la enfermera.
- Que no lo sé, “señorita” … se lo han llevado por la plaza de toros… creo – acertaba a decir el otro.
Aterrada, intentando poner orden en su cabeza sin saber por donde empezar, Mari Luz se fue corriendo para el barrio de la plaza de toros decidida a dar solución a la situación de su amigo canino. De repente, lo vio allí, en medio de un grupo de jovenzuelos de no muy buen aspecto, casi peor que los grupos de La Caleta, de los que sabes que no te puedes fiar y que encima la conocían de verla con los indigentes y el perro.
- ¡Que no te acerques! – le gritaron al verla conocedores de que ella iba buscando a “Covid” -. ¡Que el perro es nuestro! – la amenazaban sabedores de su interés -. Vamos a ir a pedir con él a la iglesia.
A todo esto, el perro se quejaba lastimero de verla y no poder irse con ella, lo cual aumentaba aún más el drama que estaba viviendo. Ella no se le ocurrió otra cosa que sacar un billete de 20 euros a la vez que les ofrecía tabaco y los invitaba a fumarse un cigarro juntos con la idea de ganar tiempo e intentar tener un plan que sacara de allí a ella y al perro.
- Por que no compramos algo para tomarnos juntos – le salían las palabras casi improvisando -, vamos, buscad algún sitio abierto donde podáis comprar algo con estos veinte euros y nos quedamos por aquí…
El caso es que, por gracia divina o por que ese día era su día, el más listo del grupo cogió los veinte euros e instó al resto a buscar un café o alguna tontería así mientras dejaban a “Covid” atado en ese lugar. Mari Luz sudaba por una mezcla de nervios y pánico que en ese momento debía controlar. Esperó a que doblaran una esquina, la perdieran de vista y sacó unas tijeras del hospital que siempre llevaba en el bolso por si le hacían falta alguna vez. Maldijo la falta de corte del utensilio durante el rato que tardó en cortar la cuerda que sujetaba al animal hasta que finalmente lo liberó. Probablemente, en ese instante, si se hubiera celebrado la final de cien metros lisos de alguna olimpiada, entre “Covid” y Mari Luz se habrían repartido el metal de los primeros cajones del pódium pues corrieron como jamás lo habían hecho, como alma que persigue el diablo, como amigos que logran por fin la libertad plena de ambos. Frenaron en la parada de taxis del antiguo Hospital Clínico y, sin mucho debate, consiguieron que el taxista los llevara al otro extremo de la ciudad donde estaba el barrio de residencia de Mari Luz, todo el viaje en brazos el uno de la otra, él feliz, pero ella casi más.
Tras un paso por la peluquería canina, primera toma de contacto de “Covid” con su nueva vida, en donde no se portó demasiado bien al no saber a qué venía todo ese lavado y cuidado lejos de su amiga, lo cual le hacía defenderse contra todo ritual normal de higiene (más viniendo de un desconocido peluquero), llegó el momento de conocer su nuevo hogar, su nueva familia. Al primero que se encontraron al abrir la puerta de casa fue a “Levis”, el otro perro con el que compartiría su nueva vida “Covid” y con el que en seguida conectó como si se conocieran de siempre. Unos pasos más allá estaba Carlos contemplando la escena, conocedor de toda la historia de penurias de “Covid”, el cual no daba crédito a lo que tenía delante.
- ¿De verdad que estoy viendo lo que creo que veo? – cuestionó con desgana a su mujer sobre la entrada del nuevo miembro de la familia.
- No me puedo negar – rogaba ella -, me comprometí con Antonio de que cuidaría de él y no puedo dejarlo más en la calle, no me dejes con este regomello toda la vida – tocaba la fibra sensible de él para que cediera lo poco que le quedaba por admitir la situación como inevitable y deseable.
A pesar de que Carlos todavía tardó unas horas en conceder su aprobación, acabó aceptándolo sin condiciones comprobando, con el paso del tiempo, que es uno de los perros más inteligentes que jamás haya conocido. Hoy son inseparables y cada día aprende algo nuevo de ese perro que tan mal lo pasó durante tanto tiempo y al que, de vez en cuando, Mari Luz le hace mirar para arriba mientras le pide que le diga a Antonio que está con ella como le prometió y que se acuerdan de él.
Al día siguiente de llegar “Covid” a su nueva casa, Mari Luz recibió la llamada de “El Pitu” (que tenía su teléfono después de todo aquel tiempo compartiendo los cuidados del perro) para advertirle de que no hiciera el recorrido habitual a su trabajo durante un tiempo pues la banda de jovenzuelos que intentaron el secuestro de “Covid”, que la conocían y sabían sus rutinas, querían encontrarla para darle un escarmiento, para pegarle, vamos, por haberles quitado el animal. De hecho, al propio “Pitu”, días después, le dieron una paliza echándole la culpa de haberlos delatado para que ella pudiera encontrarlos consiguiendo que tuviera que abandonar la plaza para ir a vivir a la estación de trenes. Hasta allí siguió Mari Luz acercándose de vez en cuando para llevarle comida al indigente.
Un día de esos encuentros, “El Pitu” se atrevió a pedirle a Mari Luz el favor de que le trajera el perro para verlo un rato. Lógicamente las reticencias en todos, sobre todo de Carlos, les hacían ser prudentes, pero también era justo que se vieran dos antiguos compañeros de calle que tanto habían pasado juntos. Así que un buen día, con la compañía de Carlos, Mari Luz se citó en la estación para un reencuentro del que no sabía cómo resultaría. La sorpresa positiva fue la reacción de ambos: uno sin parar de mover la cola y hacer fiestas a su menesteroso amigo y el otro sin poder dejar de abrazar a quien tantos días le alegró la vida. La satisfacción en las caras del matrimonio acababa por completar una escena que dejará muy bonitos recuerdos.
- Llévatelo, contigo está muy bien cuidado – zanjó al rato la reunión “El Pitu” convencido de sus palabras y de lo que le convenía a su fiel amigo perruno.
Posteriormente a ese encuentro, Mari Luz intentó volver a ponerse en contacto con el mendigo para saber de él, para llevarle comida y ropa, incluso por si quería volver a ver a “Covid”, pero a pesar de dar el tono el teléfono nunca más fue descolgado. Las sospechas de su muerte son cada vez más fuertes pues su estado de salud tampoco auguraba una vida más prolongada, pero a día de hoy no está confirmada.
Poco después de aquel último encuentro con “El Pitu” regresó a casa el hijo de Mari Luz y conoció al famoso “Covid”, por todo lo contado por su madre, e igualmente quedó encantado. Fue él, al no gustarle mucho el nombre de una enfermedad para un ser tan vivo y alegre, el que decidió cambiarle el nombre.
- ¿Tú eres el perro del que tanto habla mi madre que tiene en La Caleta? – le explicaba sin que el otro entendiera mucho sus argumentos -, pues a partir de ahora vas a ser “El Caleto” para mí.
Y así fue como surgió el nombre de “Caleto”, aunque como curiosidad es que Mari Luz y Carlos decidieron llamarlo “Lodi” y, como remate gracioso, es que el perro responde a todos los nombres por igual. Ahí quedaba definitivamente apartado el nombre de “Covid”, aunque costumbres curiosas de su época callejera quedan como su pasión por las manzanas que le viene a raíz de los repartos de comida que Cruz Roja solía hacer entre los sin techo. Sus compañeros humanos se comían los purés, yogures, zumos y alimentos de ese estilo, pero, al carecer la mayoría de dientes, le daban a “Covid” las manzanas que él devoraba con gusto. Por eso, cada vez que hoy ve una pieza de esa fruta se vuelve loco de alegría, de ahí que no faltan en casa de Mari Luz para satisfacción de “Caleto”.
Por el contrario, las ambulancias no le agradan y cada vez que pasa una cerca con las sirenas activadas se mueve nervioso y aúlla mientras la oye.
Hoy en día “Caleto-Lodi-Covid” vive felizmente en casa de Mari Luz, que ya es también su casa, alejado de todas aquellas penurias que pasó durante tanto tiempo. En el período que lleva en su nuevo hogar ha desarrollado el don de avisar, incluso para su prevención, de los ataques epilépticos que con cierta frecuencia sufre su compañero de piso “Levis” sirviendo de mucha ayuda a Mari Luz y Carlos en la atención de este último. ¿Será una forma de agradecer su nueva vida?

FIN DE “LA HISTORIA DE CALETO”

La historia de Caleto – Capítulo 2 de 3Así estuvo Mari Luz como un año, con un verano de calores tremendos en donde ella...
04/09/2025

La historia de Caleto – Capítulo 2 de 3

Así estuvo Mari Luz como un año, con un verano de calores tremendos en donde ella, mientras pasaba sus días de vacaciones fuera de Granada, no dejaba de pensar en cómo estaría “Covid” bajo ese sol de justicia. Se temía lo peor a su regreso y así se lo expresaba a diario a su marido Carlos. No es que tuviera muchas ganas de volver al trabajo, pero tan solo por ver de nuevo al perro contaba los días hasta su vuelta. El primer día que tuvo que coger el metro de nuevo le comía por dentro la tensión de la incertidumbre por lo que se podría encontrar. Al bajar en la parada de la Plaza de La Caleta lo comenzó a llamar a voces: “Covid, Covid…”. Buscaba con la mirada por todos los rincones la aparición de su amigo hasta que lo vio en su sitio, atado, deshaciéndose en fiestas, saltos y gestos de alegría como nunca antes le había hecho ningún otro animal de los que había tenido. “Covid” estaba vivo, había sobrevivido a un verano terrible en las condiciones que la calle podía brindarle y el grupo de indigentes también recibió con vítores a la “señorita” que estaba de regreso.

No siempre eran buenas noticias al llegar a la plaza. Un día, Mari Luz, notó la falta de “Covid” en su sitio habitual y apreció en Antonio y “El Pitu” cierto nerviosismo y alguna lágrima. Preguntados estos por el perro, le reconocieron que había habido una pelea en la plaza entre grupos de indigentes y en venganza los contrarios a ellos lo habían pintado de verde al perro y le habían administrado una serie de medicamentos buscando drogarlo para vete tú a saber qué. En definitiva, que “Covid” lo habían llevado a un veterinario porque estaba muy mal, le habían hecho un lavado de estómago y quedó ingresado. El golpe para Mari Luz fue tremendo, pero esa es la incontrolable ley de la calle. Fueron 3-4 días muy largos en donde las noticias se hacían esperar, aunque por fin, pasado ese tiempo, “Covid” regresó a la plaza siendo el mismo de siempre.
Otra anécdota que puede hacernos ver el día a día de estas personas fue cuando Mari Luz descubrió una tarde al perro con una herida abierta en la cabeza, sangrando, la cara agachada y sin motivación alguna. Se asustó y les interrogó sobre qué había pasado.
- Señorita, nosotros nos tenemos que buscar la vida – respondió serio Antonio -. Hacemos de aparcacoches por donde podemos y a “Covid”, casi todas las mañanas, lo dejamos mientras en el parque de perros de la estación de tren. Hoy, cuando hemos llegado a recogerlo, le había mordido un perro grande.
Mari Luz se descompuso solo de pensar en la escena que el pequeño había vivido esa mañana. Subió rápida al hospital y, con la excusa de tener que recoger algo del coche, aunque todos sus compañeros sabían para donde iba, regresó junto al perro con los materiales necesarios para curar la herida. “Covid” sabía que le hacía bien y en ningún momento protestó, ni ese día ni el resto de días que estuvo Mari Luz cuidando de que no se complicara aquella lesión que acabó cerrando, aunque no libre de cicatriz, otra más que le dejaba la calle.
El poco ejercicio que “Covid” tenía en la plaza era a primera hora de la mañana, a las siete, cuando no había gente ni otros perros en la zona y podían soltarlo libremente. Él aprovechaba y corría sin freno hasta el Hospital Maternal y no volvía hasta que Antonio lanzaba un agudo silbido que él reconocía para en seguida volver corriendo a su lado. Tras esto era de nuevo atado y así transcurría todo el día, si no iba al parque de perros solo. Llegó un día que a Mari Luz la cambiaron de hospital, del Virgen de las Nieves al Materno, y entonces ese paseo madrugador se lo daba junto a ella que seguía madrugando para llegar con tiempo para estar con él antes de su turno de trabajo. Iban ambos tan contentos hasta que, una vez en la puerta del centro sanitario y antes de entrar, ella le jaleaba: “¡Vete, “Covid”, vete con el Antonio!” y entonces el perro obediente salía disparado de regreso a la plaza. Ese ritual lo repetían todas las mañanas y ambos lo esperaban como el mejor inicio del día.
Pasaba el tiempo y Mari Luz notaba que la salud de Antonio cada vez empeoraba. La cara la tenía más descompuesta, la pierna peor y todo no auguraba nada bueno. Era ya más de año y medio el tiempo que Mari Luz llevaba con cierto contacto con ellos y podía decirse que ya era una relación como de amistad. Un día, cuando ella llegó a la plaza, vio a Antonio tumbado en unos de los bancos de la zona y le informaron que habían llamado al 061 porque su estado era muy preocupante. Mari Luz se acercó y el hombre al verla quiso dedicarle unas palabras.
- “Señorita”, estoy muriéndome – algo a lo que Mari Luz no era ajena -, venga conmigo que no quiero morirme solo – le rogó mientras los servicios de emergencia iniciaban su labor.
- Tengo que entrar ahora al trabajo – le dijo muy afectada pues aquellas palabras le habían llegado al alma -. Pero ahora vuelvo y te aseguro que estaré contigo.
- ¿Va a seguir cuidando de mi perrillo? – preguntó antes de que se lo llevaran en la ambulancia.
- Sí, seguro, por eso no te preocupes – le tranquilizó -. Ahora voy a verte.
En el traslado al hospital, Antonio sufrió un infarto del cual lo recuperaron en primera instancia, aunque finalmente repitió antes de su ingreso teniendo que ser ingresado en la UCI. Allí permaneció muy grave dos días hasta que finalmente falleció. No le dio tiempo a Mari Luz a estar junto a él por las restricciones que tiene esa unidad, aunque todos los días preguntaba a compañeras por su estado. Cuando se enteró de la mala noticia, no pudo menos que llorar su pérdida a pesar de la distancia social que a ambos les separaba. Le dolía no haber podido cumplir su palabra de no dejarlo morir solo, pero se dieron esas tristes circunstancias. Al menos pudo estar en los homenajes que de forma popular se le dieron en la plaza, con carteles con su nombre y su fotografía, e incluso una reunión de miembros de Cruz Roja que quisieron despedirse de él de alguna forma pública llegando a salir el acto hasta en la prensa con imágenes en donde aparecía “Covid” sin explicarse nada de lo que ocurría.

FIN DEL SEGUNDO CAPÍTULO

La historia de Caleto – Capítulo 1 de 3Comenzaba el invierno en un año que despedía a la famosa pandemia que nos azotó a...
03/09/2025

La historia de Caleto – Capítulo 1 de 3

Comenzaba el invierno en un año que despedía a la famosa pandemia que nos azotó a todos durante demasiado tiempo. Solo se veían mascarillas en mínimas situaciones y el gentío en las calles se había normalizado, aunque había lugares en donde se habían establecido concentraciones mayores de las deseables como ocurría en la Plaza de La Caleta de Granada. Allí, una vez liberada la población del confinamiento obligatorio que todos sufrimos, habían coincidido en convivir distintos grupos de indigentes repartidos por toda la zona. Estos alternaban con los transeúntes que con frecuencia utilizaban los servicios de autobús, taxi, metro y hospitales del barrio. Según donde mirases, podías ver superficies importantes de este espacio público invadidas por colchones, sillas, mantas, carros de la compra casi inservibles y algún otro de supermercado que servían para almacenar y transportar sus escasos “bienes”, mezclados con restos de basura, botellas, diferentes objetos recogidos de la calle y hasta algún que otro compañero canino, formando una comunidad no siempre bien avenida. Pero allí hacían su vida.
Por ese pequeño submundo de la plaza, Mari Luz cruzaba a diario desde la parada del metro hacia el hospital Virgen de las Nieves en cuya planta de cardiología ejercía su labor de enfermera. En una de aquellas rutinarias salidas del tren fue donde un día ella se percató de la presencia, entre los grupos de mendigos, de un pequeño perro, muy chiquitillo, siempre atado al poste de una de las basuras.
- ¡Covid! – le llamaban como el “bicho” que tanto atemorizó al mundo meses atrás.
El impacto en Mari Luz de aquel pequeño en un ambiente tan inestable y duro fue inmediato. Logró pasar sin intentar ningún acercamiento, pero aquel perro le atrapó el corazón sin darle tiempo a poder escoger entre olvidarse de lo visto o comenzar a planear como hacerle la vida mejor a aquel peludo.
Pasaban los días y “Covid” no se iba de la cabeza de nuestra enfermera. En el trabajo buscaba atender las habitaciones que dieran a la plaza para desde allí poder observar cómo estaba el pequeño. Siempre atado, pasando frío con las bajas temperaturas que el invierno comenzaba a repartir a la intemperie, la imagen hería el corazón de cualquiera que lo pensase un poco. No eran pocas las veces que la ebriedad o las sustancias hacían que el can asistiera a peleas entre indigentes de las que no podía huir por su eterna atadura al poste desde donde contemplaba temblando la evolución de las mismas.
A los pocos días Mari Luz decidió hacer algo por “Covid”. Consiguió restos de las sobras de las bandejas de los pacientes hospitalizados, los picó muy fino y a la salida del trabajo se acercó al mismo que, agradecido por la oferta, devoró todo lo que le trajo como si fuera lo único que hubiera comido en días. En seguida la conexión entre los dos fue inmejorable y “Covid” sabía corresponder a los mimos y comidas de su nueva amiga con efusivos gestos de cariño. A la vez, Mari Luz, tenía que ganarse la confianza y aprobación de los compañeros de vida del perro, Antonio, el que teóricamente era propietario oficial, y “El Pitu”, dos madrileños que llevaban como 10 o 15 años viviendo juntos, primero en el Albaycín y ahora en la Plaza de La Caleta donde pasaban la mayor parte del tiempo del día. Eran, a pesar de su condición social, dos personas muy educadas y el trato con Mari Luz era muy correcto llamándola casi siempre de “señorita”.
Así comenzó Mari Luz su relación con “Covid” y compañía, madrugando más de la cuenta, cuando los turnos eran por la mañana, para tener tiempo de prepararle alguna sorpresa culinaria que le llevaría antes de entrar a trabajar. Desde que se bajaba del metro, su olor hacía que “Covid” se estremeciera con saltos y vueltas alrededor de su atadura conocedor de que la “señorita”, como la anunciaban entre los pedigüeños para alterar aún más al perro, estaba llegando para atenderlo unos minutos antes de entrar al hospital. En no pocas ocasiones sus compañeras la veían de charla entre los indigentes, disfrutando de la cercanía y contacto con el pequeño, y le cuestionaban que qué hacía con aquella gente a lo que ella zanjaba que todo era por el perrillo. Era de sobra conocido por todos el amor de Mari Luz por los animales así como también el “flechazo” que aquel chucho de la calle había provocado en ella.
En esas charlas con los indigentes Mari Luz aprovechaba para ir ganándose la confianza de ellos, lo cual siempre no era fácil pues su estado mental, anímico y físico no siempre era el idóneo para cualquier conversación.
- ¿Y solo le traes de comer al perro? – se quejó un día Antonio, el dueño de “Covid” -. ¿Y a nosotros no nos traes nada? - acabó casi exigiendo por si colaba la presión.
Y efectivamente, al final Mari Luz acabó llevando para los mendigos envases de ensaladas, tortillas de patatas, mantecados en Navidad y otras cosas para que siguieran dejándola acercarse al perrillo y cuidar de él sin mayores problemas, aunque solo fuera un rato al día. Aún podía recordar cuando compró una cama acolchada para mascotas con el objetivo de que “Covid” sobrellevara mejor las frías temperaturas que durante el día, y sobre todo de noche, castigaban la plaza. Su sorpresa fue al comprobar una noche, desde una de las ventanas del hospital, como esa cama era usada por uno de los indigentes como almohada, quedando el perro de nuevo desprotegido. Servía de poco su interés en ciertos aspectos cuando los cuidadores acababan haciendo lo que les venía en gana. No obstante, Mari Luz, persistía en mejorar el confort de “Covid” llegando hasta conseguir mantas del hospital para arroparlo que en la mayoría de las ocasiones acababan en otro destino.
Poco a poco fue consciente de detalles de la vida de estas personas, como los trastornos de salud que acuciaban a Antonio, el propietario oficial de “Covid”, que tenía una pierna afectada por un accidente cuyas lesiones no las había curado correctamente, le olía mal y hasta varias veces tuvo que ir a urgencias a ser atendido. Allí le curaban, le daban cierta mejoría, pero luego, al volver a la plaza, con ese ritmo de vida inestable y despreocupado del mantenimiento del tratamiento volvía a empeorar. Mari Luz, visto lo visto, le llegó a proponer un día que ella podía llevarse un día a “Covid” a su casa, lavarlo, hacer que no pasara frío al menos un día, darle una buena comida en un sitio más adecuado y luego regresarlo allí con ellos.
- El perro estará donde esté yo – respondió Antonio firme -, si el perro va a su casa, yo también – dejando claro que aquella no era una idea que barajara él.

FIN DEL PRIMER CAPÍTULO

“La historia de Caleto”En muchas ocasiones, si mi trabajo lo permite, suelo mantener conversaciones con diferentes perso...
02/09/2025

“La historia de Caleto”

En muchas ocasiones, si mi trabajo lo permite, suelo mantener conversaciones con diferentes personas que he conocido en la clínica a lo largo de todos estos años. De las mismas surgen con frecuencia historias que creo merecerían ser contadas por los hechos sucedidos y la emotividad de los mismos. Esto es lo que me ocurrió hará menos de 2 meses cuando departí con una buena amiga nuestra que me contó el relato que, una vez desarrollado en letras y por su dimensión, iré compartiendo con quien quiera leerlo en 3 capítulos más cortos a la vez que ponemos imagen de quien la protagoniza. En algo más de una docena de mensajes me trasmitieron todos los detalles que ordené y escribí lo más fidedigno posible. No quiero desvelar más para no hacer “spoilers” al futuro lector, pero realmente merece la pena echar unos minutos en descubrir “La historia de Caleto”. Mañana empezamos. Por supuesto, se puede compartir, opinar y apoyar sin ningún problema.

Gracias a Mari Luz por querer compartirlo con todos nosotros.

magen muy general que puede servir, a groso modo, para que cada uno valore el estado de nuestros peludos. Y el tuyo, ¿Có...
29/08/2025

magen muy general que puede servir, a groso modo, para que cada uno valore el estado de nuestros peludos. Y el tuyo, ¿Cómo lo ves?

Hoy quiero compartir un pequeño texto que me envía una buena amiga escrito a raíz de la marcha de nuestro amigo "Rufo". ...
18/08/2025

Hoy quiero compartir un pequeño texto que me envía una buena amiga escrito a raíz de la marcha de nuestro amigo "Rufo". Pasaron varios días hasta que se atrevió a escribir sobre sus sentimientos en estos momentos difíciles y quiso compartir conmigo estas palabras que creo pueden reflejar lo que muchos hemos sentido en algún momento de nuestras vidas. Estuvimos "regateando" el incluir o no el párrafo en que me nombra, pero por deseo expreso de ella comparto el escrito íntegro. Espero que sea del agrado del que lo lea porque, aunque tenga su lado triste, tiene el lado impagable de haber podido disfrutarlo todos estos años.

MI RUFO, MI ESTRELLA.

Era la noche de reyes de 2010. Íbamos Rocio y yo a recoger el chihuahua que nos habían reservado en la tienda de animales del centro, con un pellizco en el estómago por conocer al que iba a ser nuestra nueva mascota. Se nos cambió la cara de expresión, cuando la dependienta nos dice que el dueño ha decidido vender toda la camada junta y no tenía nada más que ofrecernos.
Un jarro de agua fría en enero, no sienta nada bien. Nos pusimos en modo busca y captura en tiempo récord (antes de que se hiciera de noche, porque venían los Reyes Magos). Había que encontrar un perro con las características del que habíamos encargado, pequeño, sin demasiado pelo por las alergias de los sobrinos.
Costó un largo recorrido hasta que llegamos a la pajarería de Alminares. Tenían un pomerania blanco que no dejaba de dar saltos junto a un buldog francés girando sobre sí mismo y algún cachorro más inquieto entre tanto alboroto.
En ese escenario, en una esquina, una bolita marrón se tapaba la carita con sus patas para protegerse de los manotazos que les proporcionaban los demás cachorros. Mi hermana y yo nos miramos y no hicieron falta palabras. El corazón nos dibujó una sonrisa. Él vino a nosotras. Ni si quiera estaba en venta. Lo habían puesto a la vista por si alguien lo quería.
Nos lo empaquetaron en una caja de detergente y así llegó a casa, al que iba a ser su hogar durante 15 maravillosos años.
La primera noche, la de reyes, recordaba a la película de la dama y el vagabundo. No dormí nada, acariciándolo, envuelto en mi camiseta para que percibiera nuevos olores. Era muy feliz. Quien me iba a decir que la noche del 21 de julio, de este 2025, iba a ser igual, pero con una mirada de despedida.

Y llegó la mañana de reyes. Había que presentarlo en Sociedad.
- ¿Se ha escuchado algo esta noche? - preguntó mi papá.
Le habíamos puesto una moña de regalo.
-_Siiii!! Felices Reyes!! - gritamos Rocio y yo.
Un silencio...y empezaron los comentarios típicos "¿donde vais ? ¡¡Estáis locas!! "...hasta llegar a " Qué cosita tan preciosa!! ".
Ya estábamos en buen camino. Habías llegado a nuestra vida, Rufo. Nada ni nadie te iba a sacar de ella.
Aunque no estés físicamente, jamás te vas a ir. Es tanto lo que nos has dado...

Hace dos semanas te ibas, Rufo, a emprender un nuevo camino. Dejas un vacío muy profundo en mi vida, después de casi 15 años de convivencia en la que sólo me has aportado todo lo maravilloso de tu ser. Lo que tú me has dado, bichito, mi precioso Rufo, no es algo que se pueda explicar con lenguaje humano. Ojalá todas las personas pudieran llegar a sentir algo así en su vida. Sabrían lo que es amor verdadero.

En estos días, me han llovido consejos para sobrellevar la pena, algunos más "penosos" aún, que el vacío que siento: " Sólo es un animal" "Con comprar otro, se olvida"...
Gracias al cielo, hay personas que han pasado por situaciones parecidas y comprenden el dolor, la pena, la ansiedad por abrazar al ser que lo ha dado todo sin esperar nada, que jamás se enfada, que te cuida cuando estás preocupado y que te espera sin mirar el reloj y salta de alegría cuando vuelves, sin echarte en cara lo que has tardado. Aún, dependiente de ti para casi todo, nunca te lo exige. ¿Hay algún defecto en ellos?
Le enseñas a que te dé la pata y te la da, aunque se lo pidas cincuenta veces seguidas, por el mero hecho de estar contigo. Es imposible no quererlo y mucho más imposible perderlo y no ansiar volver a abrazarlo.
Rufo, has sido mi compañero de vida. He tenido la suerte de poder llevarte conmigo al trabajo y así hemos pasado día tras día, juntos, inseparables. Te voy no, te estoy echando muchísimo de menos. Allá donde estés, sé que me sigues cuidando, mi estrella, mi Rufo.

La vida nos regala personas que se toman en serio su trabajo y que aman lo que hacen. Los animales los perciben mejor que nosotros y Rufo te encontró, José Luis.
Desde que entrara a tu clínica, por primera vez, con tres meses, ya supo que eras un mago, que le devolvía la salud cada vez que lo necesitaba. Te ha querido muchísimo (más fuera que dentro de la clínica, jeje) Se le caía el rabillo de alegría al verte desde lejos, y te estará eternamente agradecido por todo lo que has hecho por él y lo que has luchado, hasta ayudarlo a irse en paz y sin dolor. Estoy segura, que si pudiera hablar, Rufo te lo habría dicho igual.
Ver como se apaga una vida es muy complicado y más complicado debe ser para vosotros, profesionales veterinarios, que estos seres están en vuestras manos. No le han faltado pruebas y más pruebas. Tratamiento y visita diaria como si de algo tuyo se tratara. Y, en realidad, es así, como tú le decías: "Rufillo el veterano".

Rufo, mi gordito, eres el mejor regalo que la vida me ha podido dar.
Te voy a querer hasta el infinito y más allá❤

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Ribera Del Violón Nº 5, Bajos
Granada
18006

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Martes 10:30 - 13:30
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