12/07/2025
Si tanto te gustan los gatos... ¡Llévatelos a tu casa!
Para todas aquellas personas que nos dedican piropazos cuando estamos alimentando colonias:
1. Los gatos no aparecen en la calle sin más, no son setas, ¡vaya sorpresón!
Los gatos ferales aparecen por el abandono o la huida de gatos domésticos que se convierten en gatos asilvestrados tras vivir un tiempo por sí mismos, o son gatos descendientes de otros gatos ferales. Vamos, que no los hemos puesto nosotras ahí por gusto con el fin de molestar.
2. Los gatos de colonia no son cubos de basura: “Señora, si le han sobrado macarrones se los puede cenar, pero no los tire en el suelo porque será alguna loca de los gatos quien tendrá que limpiarlo”.
3. “Si les dais de comer no cazarán y esto se llena de ratas”. Simplemente BRAVO a esta frase. Invitamos a cualquier persona con un gato doméstico y bien alimentado a que deje entrar en casa una rata, mosca o hasta un pokémon… ¡Veamos cuánto tiempo tarda el gato en hacerse con el pobre bicho!
4. Efecto vacío: “Si nos llevamos esos gatos a casa, otros ocuparán la zona”. Básicamente será como el segundo turno de cenas en un restaurante.
5. No nos tiren el pienso, ¡por el amor de Dios!: Vamos a volver todas las noches, cansadas de trabajar y aunque hayamos tenido un día de mie... aunque llueva o truene, y si hace 45° a la sombra… ¡también! Se va a cansar de agacharse a quitar el pienso, evítese el esfuerzo.
6. “Hay más gatos por vuestra culpa”. Al contrario, nos pasamos la vida haciendo viajecitos con jaulas trampa y trasportines al veterinario, esterilizando, curando y desparasitando (método CES o CER lo llamamos las locas, y TNR para políglotas). De nuestro propio bolsillo muchas veces. Es decir, por nosotras hay menos gatos. De nada.
7. Nos comemos los abandonos que nos dejáis en cajas con forma de regalo. DE-TA-LLA-ZO. Ahí ya ni entramos, en Google podéis buscar qué le pasa a un gato doméstico en la calle.
Somos conscientes de que podemos ocasionar algunas molestias, pero es que hoy en día nos molesta TODO: el perro que se mea en la esquina, mi vecino que pone la música muy alta, el niño que llora en el supermercado, el que deja la basura al lado del contenedor, el grupo de chavales que habla alto en la mesa de al lado, el ciclista que te hace frenar, el repartidor que llega justo a la hora de la siesta, el viento que me despeina y, por supuesto, el gato que vive debajo del coche... Respiremos profundo, que por suerte (o por desgracia) nos ha tocado soportarnos.
Y por último: somos muchas locas de los gatos… ¡y cada vez más!
Salimos de noche cuando menos gente hay, a veces sintiéndonos delincuentes y cruzando los dedos para no encontrarnos al listo de la clase que, sin ningún pudor, nos regalará algún calificativo, porque la gente cuando quiere es muy “salá”.
Llegamos allí cargadas de bolsas y vemos todas nuestras caritas esperando la cena, y si falta alguno... “Por favor, que aparezca mañana...”
En fin, muchísimas mujeres y hombres maravilla que en lugar de escudo y espada llevamos sacos de pienso y latas.
Empatía corazones, que buena falta nos hace.