29/06/2025
Cada vez que un animal sale del rancho, no es solo una venta más. Se va un pedazo del trabajo diario, de los desvelos bajo la lluvia, del polvo en la cara y del cansancio que solo el que es ganadero entiende. Se va un becerro que vimos nacer, crecer y que cuidamos con lo mejor que teníamos, incluso cuando los recursos eran pocos. Se va, sí, pero también deja esperanza: la de seguir adelante, de que el trabajo vale, de que el esfuerzo tiene sentido.
Porque en cada transacción no se negocia solo un precio, se entrega un reflejo de lo que somos. El ganadero que se respeta no vende por salir del paso, vende con orgullo, sabiendo que su nombre va en cada animal. Lo mejor de ser ganadero no está solo en la tierra o en el ganado, sino en la dignidad con la que se trabaja. Cada animal que se va lleva calidad, porque lo que entregamos habla de nosotros.