10/09/2025
Hace dos días mi princesa se enfermó. Fue muy frustrante porque la diarrea no se detenía, y lo peor es que, viviendo en un apartamento, no teníamos dónde aislarla. Me preocupaba que, si era algo viral, pudiera contagiar a Sión y a Canela.
La llevamos al hospital y la internaron para hacerle exámenes y estabilizarla.
No puedo comparar mi experiencia con la de tantas personas que, además de la angustia por la salud de sus mascotas, tienen que enfrentarse a la incertidumbre de cómo pagar la cuenta en una emergencia veterinaria. Cuando me dieron el presupuesto inicial, no lo pensé: dije “procedan, inmediatamente pagué el adelanto”. Pero conforme avanzaban con las revisiones, iban apareciendo nuevos problemas, y ahí sí empecé a sentir la presión. La cuenta pasó de 280 mil a casi 500 mil colones en cuestión de horas. Preferí detenerme un poco y pedir que lo prioritario fuera estabilizarla; los demás problemas los vería luego con mis doctores de Perro Caffé.
Quiero dejar claro que el hospital hizo un gran trabajo. Los servicios valen cada colón. Mi esposo, que es otorrino de niños en clínica privada, siempre me dice que el nivel de equipo y atención en estos hospitales veterinarios es prácticamente el mismo que en un hospital privado para humanos. Que se trate de animales no significa que los recursos sean de menor calidad.
Gracias a Dios lo de Láska no fue nada grave. Al día siguiente ya estaba estabilizada y pudimos llevarla a casa. Al parecer la señorita se comió algo indebido que le provocó la diarrea.
Hace poco leí que una diputada proponía gravar con más impuestos los productos para mascotas para financiar clínicas veterinarias públicas. Y sinceramente, me parece una pésima idea.
Muchas familias que tienen mascotas son dueños responsables: hacen sacrificios, se esfuerzan cada día por darles lo mejor que está dentro de su alcance y ya cargan con el compromiso de todos los gastos que implica su cuidado. Castigarlos con más impuestos no solo es injusto, también transmite un mensaje equivocado: que la responsabilidad individual se premia con más cargas.
Las mascotas no son un lujo. Son parte de la familia. Y un impuesto adicional no resolvería el problema de fondo: al contrario, terminaría afectando precisamente a quienes más las aman y cuidan.
De ahí me surgió una idea: ya estoy trabajando en la creación de una fundación que ayude a subsidiar la atención médica y los tratamientos de mascotas. Creo firmemente que este tipo de proyectos deben sostenerse con donaciones y apoyo solidario, no a través de impuestos que castiguen a quienes ya asumen con responsabilidad el cuidado de sus mascotas.
Por eso, he decidido que parte de nuestros propios recursos se destinen a esta fundación, al mismo tiempo que buscaremos alianzas con hospitales y clínicas que compartan esta visión. El trabajo de los veterinarios no debe ser gratis. Muchas personas creen que, por ser veterinarios, están en la obligación de atender sin cobrar, pero no es así. Pongo un ejemplo: si me quiebro una pierna, no voy a llegar al CIMA esperando que un ortopedista me atienda “por amor al prójimo”.
Creo que con esta fundación podemos empezar a construir un círculo virtuoso: donde quienes amamos a los animales apoyamos iniciativas que realmente hacen la diferencia. Y donde los comercios que se sumen a este proyecto puedan ser identificados claramente, para que todos sepamos que en esos lugares, cada compra responsable se transforme en ayuda concreta para los peludos que más lo necesitan.
Próximamente les estaré dando más adelantos de cómo marcha todo.