25/06/2020
Los gatos callejeros son gatos que han regresado a un cierto grado de estado salvaje. Tales gatos, provenientes de gatos domésticos que se han perdido o los han abandonado, han aprendido vivir al aire libre o en inmuebles. Se adaptan tanto a las áreas urbanas como a las rurales, estableciéndose en callejones, estacionamientos de vehículos, patios, agrupaciones de contenedores, etc. En la mayoría de los casos, los gatos callejeros no son totalmente salvajes, porque todavía dependen de la gente para su alimentación, lo mismo si la fuente es un cuidador de gatos que les proporciona comida una o dos veces al día, o un contenedor fuera de un restaurante, latas de basura o similares. El grado de asilvestramiento de un gato puede depender de varios factores:
1. La edad del animal, si el animal tiene más de 6 ó 7 semanas, las posibilidades de socialización comienzan a disminuir y el gato se hará cada día más “salvaje”.
2. Número de generaciones anteriores que han vivido fuera del hogar humano y así, por ejemplo, un gato nacido de una madre que había sido doméstica tenderá a ser menos “salvaje” que uno nacido de 5 generaciones de vida libre. La intensidad del contacto humano es otro factor importante y si los gatos tienen contacto regular con las personas, serán más sociables que si viven en un lugar con poca o ninguna relación.
3. La personalidad de los individuos implicados. Puede suceder que un gato proveniente de muchas generaciones de gatos callejeros y que en su infancia no haya tenido contacto con humanos, pueda socializarse por la insistencia y paciencia de una persona.
Es importante reconocer que, si un gato es verdaderamente salvaje, la opción más compasiva será permitir que siga viviendo al aire libre. Tratar de domesticar a este tipo de gatos es similar a intentar hacer de un zorro un animal de compañía, puede ser que se tenga algún éxito, pero nunca será completo y solamente con mucho tiempo y paciencia. Por otra parte, no se estaría permitiendo al animal que viva de la manera que más le satisface. Muchas personas bien intencionadas, convencidas de que "salvan" a un gato callejero llevándolo a la casa, condenan al animal a una vida debajo de la cama y a un miedo permanente. Es mejor una vida plena, aún con riesgos, pero en libertad. Lo mismo, pero al revés se puede decir de un gato que habiendo vivido varios años en una casa, se le abandona en la calle. La mayoría lo pasa mal e incluso muere y sólo unos pocos se adaptan