13/08/2025
Tú, que dices que es “muy macho” para castrarlo…
Tú, 🫵
sí, tú,
que caminas al lado de ese perro que te mira con devoción,
pero que no eres capaz de mirar más allá de tu orgullo.
Tú, que dices que “le quitas su hombría” si lo castas.
¿De verdad crees que él necesita demostrarle algo a alguien?
Tú, que decides por él,
sin saber que allá dentro,
donde no miras,
se gesta un tumor.
Un enemigo silencioso
que se alimenta del tiempo que le estás quitando.
Porque no,
no es por macho,
es por miedo.
Por tu miedo, no el de él.
Tu perro no necesita hijos.
No necesita probar virilidad.
No necesita heredar testículos ni apellido.
Tu perro necesita vivir.
Sin dolor.
Sin sangrado.
Sin urgencias a las tres de la mañana.
Cáncer testicular.
Hipertrofia prostática.
Infecciones, inflamaciones, sufrimiento.
Todo eso podría evitarse.
Pero no.
Tú preferiste la apariencia.
El ego.
El “se ve bonito entero”.
Y cuando llegue el día,
cuando lo veas temblar,
cuando ya no orine,
cuando lo abras y encuentren lo peor…
Entonces vas a querer devolver el tiempo.
Pero ya no.
Porque el tiempo también se castra,
y tú lo hiciste sin bisturí,
con tu silencio,
con tu negación,
con tu falsa idea de lo que significa “cuidarlo como a un rey”.
No lo trataste como rey.
Lo trataste como trofeo.
A veces, amar es quitar,
para darle más.
Quitar el riesgo,
quitar el dolor,
quitar el futuro sufrimiento.
La castración no lo hace menos perro.
Lo hace más libre.
Más sano.
Más duradero.
Tu perro no pierde dignidad al ser castrado.
Pero tú sí puedes perderla si lo dejas morir por tu machismo.