21/05/2025
CUANDO LA COLA HABLA MÁS QUE EL LADRIDO: LA VERDAD DETRÁS DEL LENGUAJE CORPORAL DE LOS PERROS
Ves que mueve la cola y sonríes. Piensas que está feliz, que todo está bien. Tal vez lo acaricias, le hablas con dulzura, te acercas más… porque aprendimos a creer que un perro que agita la cola es un perro contento. Pero no siempre es así. En el mundo canino, mover la cola no es una sola cosa. Es una conversación compleja, cargada de matices, de señales que van mucho más allá de la alegría. Y entenderlas puede ser la diferencia entre generar confianza… o provocar un conflicto sin querer.
Para los perros, la cola es una extensión emocional. Un canal de expresión que traduce en movimiento lo que sienten en cada instante. Pero no todos los movimientos significan lo mismo. Un vaivén amplio, relajado, que involucra también las caderas, suele indicar felicidad y apertura. Pero si la cola se mueve rígida, alta y tensa, puede estar señalando alerta, dominancia o incluso incomodidad.
La dirección también importa. Estudios han demostrado que los perros tienden a mover la cola más hacia la derecha cuando están contentos o al ver a sus dueños, y más hacia la izquierda cuando están inseguros, ansiosos o ante situaciones que les generan estrés. No es un detalle menor. El cerebro canino —como el humano— tiene hemisferios especializados, y esa lateralidad en el movimiento refleja lo que realmente están sintiendo.
La velocidad es otro factor. Un movimiento rápido y enérgico no siempre significa entusiasmo. Si va acompañado de una postura corporal tensa, orejas hacia atrás y mirada fija, puede ser un aviso de que el perro está nervioso, preparado para actuar. En cambio, una cola baja que apenas se agita puede ser una muestra de sumisión, o simplemente un saludo tímido.
Y hay colas que no se mueven. Que se quedan quietas, tiesas, o escondidas entre las patas. Esa inmovilidad también es lenguaje: puede ser miedo, confusión o una forma de pedir espacio.
El error está en pensar que hay una sola interpretación. En asumir que todos los perros expresan igual. Cuando en realidad, cada uno —por raza, experiencia, entorno o personalidad— tiene su propio “idioma corporal”. Y para entenderlo, no basta con mirar solo la cola. Hay que observar el todo: los ojos, las orejas, el cuerpo, la energía.
Porque un perro siempre dice lo que siente. Pero no lo dice con palabras.
Y si aprendemos a ver más allá del movimiento que nos enseñaron a leer como “felicidad”, tal vez descubramos algo mucho más valioso:
que el amor también se demuestra escuchando a quienes no hablan como nosotros…
pero sienten con la misma intensidad.