
22/06/2025
Relato de Albert Cisneros, Estado de México
Hace algunos años visité Real de Catorce, una antigua población minera ubicada al norte del estado de San Luis Potosí. Es un pueblito rústico lleno de historia y misterio. La magia del lugar es única: caminar por sus calles empedradas, hablar con su gente y escuchar sus leyendas es algo que les recomiendo ampliamente. Pero si hay un momento especial para sentir lo sobrenatural, es por la noche, cuando el clima se vuelve perfecto para lo inexplicable.
A las 11:00 p.m., mis amigos y yo tomamos un tour nocturno por la antigua plaza de toros y el cementerio. Durante el recorrido, el guía nos fue contando varias leyendas del pueblo. Una de ellas llamó poderosamente mi atención: la del Jergas, una entidad que, según dicen, habita en el túnel Ogarrio. El guía contó que muchos mineros fueron arrastrados por él dentro del túnel, y que sus cuerpos solían aparecer en zonas de muy difícil acceso. También nos advirtió que, aunque uno no creyera, era importante tener respeto… porque si no, algo malo podía pasar.
Después del recorrido, decidimos ir por nuestra cuenta a investigar el túnel Ogarrio durante la noche. Al empezar a caminar, los escalofríos no se hicieron esperar, y cuanto más avanzábamos, más oscuro y frío se volvía el lugar. Todos sentimos que alguien (o algo) nos observaba desde la oscuridad.
De repente, un fuerte estruendo hizo que se apagaran las pocas luces que había. Nos quedamos inmóviles, en completo silencio, hasta que empezamos a escuchar murmullos. Un amigo llevaba una linterna, y al alumbrar hacia el fondo del túnel, pudimos distinguir una silueta. Pero lo más macabro fue pensar que probablemente se trataba del espíritu del minero, el mismo del que hablaba la leyenda, acechando como antes lo hizo con tantos otros.
Sin pensarlo, salimos corriendo. Mientras huíamos, sentí presencias corriendo junto a mí. Fue una sensación extraña y aterradora que jamás había experimentado.
Ya en el hotel, no pudimos dormir. Jugamos dominó hasta que el cansancio nos venció. A la mañana siguiente, al contar lo sucedido a la señorita del hotel, ella nos dijo que como fuimos respetuosos, sólo se nos dio un pequeño escarmiento… pero que ha habido visitantes a los que les ha ido mucho peor.